Si las personas idolatradas son un espejo de los valores de la época en que se vive, seguramente podremos decir que la decadencia actual está plasmada en el rol que se le otorga fundamentalmente a los cantantes, deportistas, actores y modelos (que de ahora en adelante llamaré los “vedette” de la sociedad postmoderna).
¿Qué grandes hazañas han realizado estas personas para que sean idolatradas? ¿Qué sacrificio han hecho por la sociedad en qué viven? ¿Qué actos de heroísmo? Lo que yo veo es que generalmente se trata de personas que se han dedicado a hacer negocios personales. Los “vedette” rara vez realizan actividades que involucren al resto de la sociedad en forma activa. Veamos esto más detenidamente.
El cantante sale al escenario a interpretar sus canciones ante una evidente pasividad del público, que solo interviene cuando él les ordena hacerlo. Al finalizar el concierto, nuestro vedette número uno regresará a su casa con sus alforjas llenas con el dinero que ha recaudado, en esto no tenemos más que una relación comercial, por un lado se ofrece un servicio de entretenimiento, y por el otro, dinero. Es obvio que el artista no realiza sus obras “por amor al arte” (nunca mejor dicho), ni por amor a sus admiradores. A menudo vemos a músicos expresando su aprobación de que su público menos pudiente adquiera copias piratas de sus canciones vía Internet, pero luego aparecen sus cds con protección anti-copiado, mostrando su verdadera hilacha de comerciantes. Otros tantos repudian frontalmente que sus cds sean copiados, éstos al menos no tienen doble discurso ni empacho en presentarse como simples fenicios.
Es evidente que los actores producen entretenimiento a cambio de dinero, solo que cuentan con una ventaja en relación a los demás “vedette”: como sus obras pertenecen al mundo de la ficción, las sensaciones que pueden transmitir ni siquiera están restringidas por la frontera de lo físicamente posible. Así es como James Bond puede realizar hazañas sin límites, así es como se desarrollan luchas de gran suspenso, pese a que bastaría un solo golpe de película para noquear a una persona real. ¿Por qué la cinematografía es tan atractiva? Porque ofrece toda clase de fantasías, tanto aventuras como romances apasionados, en circunstancias poco convencionales. Sucede que la realidad en estas sociedades adormecidas no ofrece nada de eso. El ciudadano promedio lleva una vida aburrida, encuentra frustración sexual y no ha matado a nadie (pese a que muchos, por momentos, desearían salir a realizar una masacre con toda la gente que odian). La cinematografía estilo Hollywod actúa como el nuevo opio del pueblo. Durante un rato, todas las fantasías se harán realidad, tanto más cuanto mayor sea la habilidad del televidente de ponerse en el lugar del actor (obviamente de aquel que tiene el rol principal). De gordito fracasado, devorador de toda clase de alimentos calóricos (así como de cualquier otra cosa que pueda ingresar al cuerpo y causar un placer inmediato), convertido en el actor estelar presto a seducir a la muchacha atractiva (cual único rol que la sociedad machista se digna a otorgarle: el de ser la bonitilla que va ser seducida, con total pasividad, para mayor sensación de conquista en la conciencia masculina). Tomemos nota de que cuanto más cine se consume, mayor es la frustración que genera la realidad, y por lo tanto mayor la necesidad de recurrir al cine. Finalmente deseo señalar que la violencia, que tanto se observa en la cinematografía americana, sirve para calmar los impulsos violentos de las personas. En vez de responder con los mismos medios a las agresiones que la sociedad y su elite les imponen, obtienen un sedante que los lleva a la pasividad en el plano del ejercicio de la violencia (elemento clave en la construcción y consolidación del poder).
Finalmente llega la hora de hablar de las modelos, ellas son un perfecto producto del machismo contemporáneo: “La mujer existe para ser bonita y agradar al hombre”. Las modelos sirven para reproducir permanentemente determinado ideal de belleza, que contiene subrepticiamente el germen del racismo, puesto que este ideal frecuentemente se condice con determinada raza, en detrimento de otras (que obviamente, por no haber logrado acumular poder, no serían dignas de ser admiradas en la estética fisiológica, según esta perspectiva racista). Nuevamente concluimos, por razones obvias, que las modelos no establecen con la comunidad ninguna otra cosa más allá de una relación puramente comercial, por ende, no habría ninguna razón para idolatrarlas.
Sería hora de pensar más detenidamente a la hora de elegir ídolos. Creo que pueden encontrarse individuos heroicos, que serían mucho más merecedores de tanto reconocimiento que las vedettes.