lunes, julio 17, 2006

Alex Falco Chang


El petróleo y las ansias imperiales

Hedelberto Lopez Blanch

Tres factores inciden para que los precios mundiales del petróleo (78 dólares el barril) se hayan disparado en una espiral ascendente que al parecer no se detendrá hasta alcanzar los 100 o 150 dólares en un corto período de tiempo.

El primero es el incremento del consumo en relación con las reservas mundiales. Según instituciones como la British Petroleum de Gran Bretaña, el mundo cuenta con reservas de crudo que alcanzarán solo para 40 años si continúa la demanda actual, aunque adelanta que pueden descubrirse nuevas yacimientos que prolongarán su existencia.

Se prevé que la demanda continúe expandiéndose a un ritmo de entre 1,6% y 2% por año, desde 88 millones de barriles diarios en 2006 hasta 120 millones en 2020.

Asimismo, se augura que fundamentalmente se agotará el petróleo barato pues los nuevos descubrimientos requerirán mayores inversiones y serán en su gran mayoría de la clase pesada que costará más su procesamiento. El uso del gas se duplicará para el 2030 pues se utilizará en la generación de energía eléctrica.

Un segundo factor es que ante esa realidad, las administraciones estadounidenses para tratar de mantener su papel hegemónico como única superpotencia, ha encaminado sus pasos en los últimos años a tratar de controlar los principales yacimientos petrolíferos del planeta para lo cual utiliza la penetración de sus empresas transnacionales, las presiones económicas y políticas o las guerras de rapiña.

Estados Unidos necesita para tratar de mantener su poderío imperial, fuentes de abastecimiento de hidrocarburos que le permitan sostener el gasto de 22 millones de barriles de petróleo diario, o sea, el 28% de la producción del orbe.

Documentos desclasificados debido a trifulcas judiciales y rescatados por la revista Judicial Watch (Reloj Judicial) y por Michael Klare en Foriegn Policy in Focus (Enfoques de Política Exterior) indican que un equipo de espionaje del vicepresidente norteamericano Richard Cheney cuantificó la industria petrolera de Iraq, Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos (EAU) en marzo de 2001, seis meses antes del 11 de septiembre (atentado a las Torres Gemelas) y 26 meses antes de la invasión a Iraq.

Los documentos contienen mapas de campos petroleros, refinerías terminales de tanqueros, oleoductos y proyectos de hidrocarburos en Iraq, cuando aún gobernaba Saddan Hussein y de Arabia Saudita y los EAU. Además se indican los principales proyectos a desarrollar en cada uno de los países, costos, capacidad de producción, estado de las obras y todo lo referente a posibles instalaciones a desarrollar.

El interés por el control de la estratégica zona del Cercano y Medio Oriente se debe a que en el subsuelo se hallan más de la mitad de las reservas mundiales conocidas de crudo y la tercera parte del gas.

El Medio Oriente es el primer productor de petróleo con más del 30% y en esa zona se dan condiciones óptimas para la explotación petrolera.

Como explicó Paul Krugman en un reciente artículo aparecido en el diario The New York Times, el principal objetivo de la invasión contra Iraq era adueñarse de los yacimientos y aumentar rápidamente la producción de crudo iraquí para alimentar el crecimiento económico estadounidense.

Ahora la amenaza se vuelve más geopolítica pues Washington amenaza con atacar a Irán, cuarto productor de crudo mundial, aduciendo que ese país puede en un futuro llegar a producir el arma nuclear.

Como tercer factor aparece la penetración y el saqueo de las economía nacionales por parte de las multinacionales y las especulaciones de precios motivadas por las compañías que controlan el mercado del crudo.

Ya se ha hecho una constante que por cualquier problema el precio del combustible suba progresivamente. Ejemplos sobran:

Las invasiones a Afganistán e Iraq; la inestable producción de crudo en Nigeria; los ataques israelíes contra Libano y Palestina; el aumento de la demanda en China e India; el paro petrolero auspiciado por Estados Unidos en Venezuela; huelgas en Noruega, desastres naturales como los huracanes que han azotado el Golfo de México y las costas del sur de Estados Unidos, y ahora las amenazas de guerra norteamericana contra Irán y Corea del Norte.

Si las cosas continúan como van, en cualquier momento los precios del crudo subirán porque escasea la arena en las playas para los turistas, porque el desierto del Sahara se aproxima a Europa o porque ocurrirá un eclipse de luna o de sol. Cualquier cosa inverosímil puede aumentar los importes del crudo.

Según los últimos datos, las tres mayores petroleras estadounidenses obtuvieron en el primer trimestre de 2006, un beneficio neto de casi 16 000 millones de dólares, mientras los países en desarrollo no productores de petróleo endeudaban aun más sus economías.

Exxon Mobil marcó el paso con 8 523 millones de dólares, seguidas por Chevron con 3 996 millones y Conoco Phillps, 3 291 millones. y ConocoPhillps. Otras que se han beneficiado enormemente con la actual situación pero no se han divulgado sus cuentas son la Halliburton, Total Fina ELF, Royal Dutch-Shell y Bechtel, Lockheed Martín, por citar algunas.

Ante estas realidades, a la mayoría de los países no le queda otra alternativa que buscar a mediano plazo otras fuentes de energía que le permitan salvar esos obstáculos.

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