martes, septiembre 25, 2007

Pasó el Ejército
y del dulce pueblito que antes era
atractivo turístico
en las postales multicoloridas,
no quedó piedra sobre piedra
ni quien para contarlo:
se encontró los cadáveres de mujeres preñadas
con el feto asomado por la herida del vientre.
Se encontró a muchachitos de cinco años y menos
colgados de las tripas en las ramas de un árbol.
Los ancianos del pueblo,
venerables,
estaban decapitados en la plaza frente a la iglesia.
No quedaba ni quien para contarlo.
Ni los perros.
Y la prensa, la radio y la televisión
repetían, hoy lunes, el sermón del domingo
del Señor Presidente
general y pastor evangelista,
que comenzó diciendo:
"Dios es Amor, hermanos..."

Manuel José Arce

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