viernes, septiembre 28, 2007

Intervención del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba ante la Asamblea de la ONU

Felipe Pérez Roque

Debate General del 62 Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. 26 de Septiembre de 2007, Nueva York

Señor Presidente:

Nunca antes se habían hecho tan evidentes los peligros reales que acechan a la especie humana; nunca antes se habían hecho tan evidentes las violaciones al Derecho Internacional que ponen en creciente peligro a la paz y la seguridad internacionales; nunca antes se habían hecho tan evidentes la desigualdad y la exclusión, que golpean a más de las dos terceras partes de la población de nuestro planeta.

Poner fin al despilfarro y al frenesí consumista que promueven las grandes corporaciones y los grupos de poder de un reducido grupo de países desarrollados, que derrochan a costa de la pobreza y la perpetuación del subdesarrollo en una vasta periferia de países pobres en los que malviven miles de millones de personas, se ha convertido en un factor clave para la subsistencia de la humanidad. La reunión de alto nivel de esta Asamblea General, efectuada hace tan solo dos días, dejó claro el peligro que representa el acelerado calentamiento global que ya padecemos y su efecto en el cambio climático. Hay que actuar, y hacerlo rápido, y los países desarrollados tienen el deber moral y la responsabilidad histórica de dar el ejemplo y encabezar el esfuerzo.

Por otra parte, varios de nuestros países, siempre del Sur, siguen siendo víctimas de inadmisibles actos de agresión por parte de los poderosos de siempre, motivados, en lo esencial, por el insaciable apetito de recursos estratégicos. Las guerras de conquista y la proclamación y aplicación de doctrinas basadas en la guerra preventiva, que no excluyen el uso de armas nucleares incluso contra Estados que no las poseen, y el uso reiterado de pretextos tales como el supuesto combate al terrorismo, la pretendida promoción de la democracia o el llamado cambio de régimen en países unilateralmente calificados como estados villanos, constituyen hoy la mayor y más grave amenaza a la paz y la seguridad en el mundo.

La agresión y ocupación ilegal de países, la intervención militar contraria al Derecho Internacional y a los propósitos y principios de la Carta de la ONU, el bombardeo a civiles y la tortura siguen siendo prácticas diarias. Bajo la falsa letanía de la libertad y la democracia, se intenta consagrar el saqueo de los recursos naturales del Tercer Mundo y controlar zonas de creciente importancia geoestratégica. Ese y no otro es el proyecto de dominación imperial que intenta imponer a sangre y fuego la superpotencia militar más poderosa que el hombre ha visto.

Lejos de actuarse en las relaciones internacionales según los principios de la solidaridad, la justicia social e internacional, la igualdad y el desarrollo para todos, se emplean sin el mínimo pudor las prácticas de certificar a países, de imponer bloqueos unilaterales, de amenazar con la agresión, de chantajear y coaccionar.

Si un pequeño país defiende su derecho a la independencia se le acusa de Estado villano; si una potencia agrede a un país se dice que "lo libera". Un combatiente contra la agresión extranjera es un terrorista; un soldado agresor es un "luchador por la libertad". Es la guerra mediática, la estafa de las verdades, la tiranía del pensamiento único en un mundo globalizado.

En lugar de avanzar hacia el desarme general y completo, incluido el desarme nuclear, que ha constituido por décadas un reclamo permanente del Movimiento de Países No Alineados, se promueve el armamentismo y el despilfarro en nuevas armas y sistemas de armamentos que gastan los recursos que el mundo requeriría para mitigar los efectos del cambio climático y para hacerle frente a los gravísimos problemas derivados de la pobreza y la marginación.

Se intenta impedir, politizada y selectivamente, la aplicación del principio, proclamado ya en el Tratado de No Proliferación Nuclear, de que las naciones tienen derecho al desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos. Se amenaza con la guerra y la destrucción a unos países mientras se le permite al aliado agresivo disponer de cientos de artefactos nucleares y se le ayuda a modernizarlos continuamente.

¿Cuánto tiempo más tendrá que transcurrir y cuántas nuevas víctimas morirán antes de que los halcones de la guerra comprendan que las armas no sirven para resolver los graves problemas de la humanidad?

Un día como hoy, vale la pena recordar las palabras del Presidente Fidel Castro ante esta Asamblea General en octubre de 1979:

"Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana".

Señor Presidente:

Hoy no se avanza hacia el cumplimiento de las Metas del Milenio y de las decisiones de las grandes conferencias de las Naciones Unidas efectuadas durante la última década.

La pobreza no disminuye. Crece la desigualdad entre los países y dentro de los países.

Mil cien millones de personas no tienen acceso a agua potable; 2 600 millones carecen de servicios de saneamiento; más de 800 millones son analfabetos y 115 millones de niños no van a la escuela primaria; 850 millones pasan hambre todos los días. El 1% de las personas más ricas del mundo posee el 40% de la riqueza, mientras el 50% de la población mundial apenas cuenta con un 1%. Todo esto ocurre en un mundo que gasta un millón de millones en armas y otro en publicidad comercial.

Los cerca de mil millones de personas que viven en países desarrollados consumen alrededor de la mitad de la energía total, mientras que casi 2000 millones de pobres no conocen todavía la electricidad.

¿Es ese el mundo que quieren que aceptemos? ¿Es acaso el futuro con el que debemos conformarnos? ¿Tenemos o no derecho a luchar por cambiar este estado de cosas? ¿Debemos o no luchar porque un mundo mejor sea posible?

¿Por qué se despilfarran tan colosales recursos en la industria de matar y no se emplean para salvar vidas? ¿Por qué no se construyen escuelas en vez de submarinos nucleares y hospitales en vez de bombas "inteligentes"? ¿Por qué no se producen vacunas en vez de vehículos blindados y más alimentos en vez de más bombarderos? ¿Por qué no se impulsan las investigaciones para combatir el SIDA, la malaria y la tuberculosis en vez de para fabricar escudos antimisiles? ¿Por qué no se libra la guerra contra la pobreza en vez de contra los pobres?

A pesar de que se necesitan sólo 150 mil millones de dólares para alcanzar las Metas del Milenio, se afirma hipócritamente que no hay de donde obtener los recursos financieros necesarios. ¡Mentira! Sí hay dinero de sobra, lo que falta es la voluntad política, la ética y el compromiso real de los que tienen que tomar las decisiones.

Si se quiere de verdad encontrar el dinero:

Cúmplase de una vez con el compromiso de dedicar el 0,7% del PIB a la Ayuda Oficial al Desarrollo. Ello significaría más de 141 mil millones de dólares adicionales a los montos actuales. En el colmo de la simulación, los países donantes contabilizan ahora las condonaciones de una deuda que saben que no podrán cobrar para inflar artificialmente sus contribuciones.

Condónese la deuda externa, que nuestros países han pagado ya más de una vez. Ello permitiría dedicar al desarrollo los más de 400 mil millones de dólares que hoy se dedican al servicio de una deuda que no deja de crecer.

Conclúyase la Ronda de Doha para el desarrollo y elimínense los 300 mil millones de subsidios agrícolas de los países desarrollados. Ello permitirá dedicar ese dinero a luchar contra la pobreza rural, la inseguridad alimentaria y a garantizar precios justos para los productos de exportación de los países subdesarrollados.

Reconózcase nuestro derecho al desarrollo. Garantícese nuestro derecho a acceder a los mercados, las patentes y las tecnologías que hoy son monopolio exclusivo de los poderosos. Ayúdese a nuestros países a formar profesionales y científicos y déjese de robarnos el talento.

Los países no alineados no necesitamos limosnas; necesitamos y exigimos justicia.

Respétese nuestro derecho a la diversidad cultural y a la preservación de nuestro patrimonio, nuestros símbolos y nuestra idiosincrasia. Ese ha sido el reclamo unánime que los países no alineados acabamos de proclamar en Teherán, en nuestra Reunión Ministerial sobre Derechos Humanos y Diversidad Cultural.

Señor Presidente:

Los países no alineados queremos unas Naciones Unidas más democráticas y transparentes, en las que la Asamblea General, su órgano más representativo y democrático, ejerza realmente las facultades que le corresponden.

Necesitamos unas Naciones Unidas con un Consejo de Seguridad reformado, que actúe dentro del mandato que le otorga la Carta constitutiva de la Organización, sin invadir las funciones y prerrogativas de otros órganos del sistema. Un Consejo de Seguridad con una membresía ampliada, a tono con la composición actual de la ONU, donde los países subdesarrollados somos mayoría. Un Consejo de Seguridad donde se reformen radicalmente sus métodos de trabajo para permitir la transparencia y el acceso de todos los Estados Miembros a sus labores.

Defendemos unas Naciones Unidas donde el multilateralismo y las soluciones acordadas en el más absoluto respeto a la Carta, constituyan la única vía de abordar y resolver los problemas actuales.

Necesitamos un Consejo de Derechos Humanos que impida la repetición de los graves errores de la antigua Comisión de Derechos Humanos. Un Consejo que consagre en su práctica el principio de que los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes. Un Consejo que ponga fin a la selectividad y los dobles raseros. Los países no alineados nos opondremos firmemente a las aviesas maquinaciones de algunos poderosos que, frustrados por no haber podido lograr sus objetivos, pretenden ahora reabrir y cuestionar el acuerdo alcanzado en el arduo y difícil proceso de construcción institucional del Consejo.

Los países no alineados no cejaremos en la defensa de los postulados con los que se fundó nuestro Movimiento, que son similares a los de esta Organización. Fomentaremos entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto a los principios de soberanía, igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos.

Continuaremos defendiendo el derecho del sufrido y heroico pueblo palestino a tener su propio Estado con su capital en Jerusalén Oriental. Continuaremos condenando el genocidio que contra él se comete.

Seguiremos proclamando el derecho del pueblo de Puerto Rico a la soberanía y la independencia.

Los países no alineados representamos casi dos tercios de la membresía de Naciones Unidas. Nuestras reivindicaciones no podrán ser preteridas ni nuestros intereses ignorados. Nos mantendremos unidos y nos apoyaremos en la defensa de nuestros derechos. Haremos que nuestra voz sea escuchada.

Señor Presidente:

Aquí terminaba mi discurso como Presidente del Movimiento de Países No Alineados. Sin embargo, la escandalosa y grosera actuación del Presidente de los Estados Unidos en esta sala, en la mañana de ayer, me obliga ahora a pronunciar unas palabras a nombre de Cuba.

Empleando un lenguaje soez y un tono arrogante, el Presidente Bush insultó y amenazó a una decena de países; impartió órdenes, terminante y autoritario, a la Asamblea General; y distribuyó, con una prepotencia jamás vista en esta sala, calificaciones y juicios sobre una veintena de países.

Fue un espectáculo bochornoso. El delirium tremens del gendarme mundial. La embriaguez del poder imperial, aderezada con toda la mediocridad y el cinismo de los que amenazan con guerras en las que saben que no se juegan su vida.

El Presidente de los Estados Unidos no tiene ningún derecho a juzgar a otra nación soberana de este planeta. Tener poderosas armas nucleares no da derecho alguno sobre los derechos de los pueblos de los otros 191 países aquí representados.

¡Y no debe subestimarse la determinación y el coraje de los pueblos a la hora de defender sus derechos! A fin de cuentas, lo que vale no es el poder de los cañones, sino la justeza de las ideas por las que se combate. El Presidente belicoso y amenazante ya debería haberlo aprendido a estas alturas.

Igualdad soberana de los Estados y no "cambio de régimen". Respeto a la soberanía y no certificaciones unilaterales de buena conducta. Respeto al Derecho Internacional y no bloqueos y guerras ilegales.

El Presidente Bush habló de democracia, pero todos sabemos que miente. Él llegó a la Presidencia mediante el fraude y el engaño. Nos hubiéramos ahorrado ayer su presencia y habríamos escuchado al Presidente Albert Gore hablar sobre el cambio climático y los riesgos para nuestra especie. Recordamos, además, cómo apoyó sin ambages el golpe de Estado contra el Presidente y la Constitución de Venezuela.

Habló de paz, pero sabemos que miente. Recordamos bien cuando amenazó a 60 o más países, a los que llamó "oscuros rincones del planeta", con hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra con ataques preventivos y sorpresivos. Bush es un curioso guerrero que, desde la retaguardia, manda a matar y a morir a los jóvenes de su país a miles de kilómetros de sus costas.

Habló de derechos humanos, pero sabemos que miente. Es el responsable de la muerte de 600 mil civiles en Irak, autorizó la tortura en la Base Naval de Guantánamo y en Abu Ghraib, y es cómplice del secuestro y la desaparición de personas, los vuelos secretos y las cárceles clandestinas.

Habló de la lucha contra el terrorismo, pero sabemos que miente. Ha garantizado total impunidad a los más abominables grupos terroristas que, desde Miami, han perpetrado horrendos crímenes contra el pueblo cubano.

El Presidente Bush atacó al nuevo Consejo de Derechos Humanos. Sangra por la herida; rumia su impotencia. Lo martiriza la vergüenza de que, durante su Presidencia, Estados Unidos no puede siquiera aspirar a ser miembro, porque las elecciones son por voto secreto. Cuba, en cambio, resultó elegida miembro fundador con más de dos tercios de los votos.

Habló de cooperación, desarrollo y prosperidad para el resto del mundo, pero todos sabemos que miente. Ha sido el más egoísta e irresponsable político que hayamos visto. En un mundo en el que morirán este año 10 millones de niños menores de 5 años por enfermedades prevenibles, sus mezquinas y demagógicas propuestas de ayer son una broma de mal gusto.

El Presidente Bush no tiene autoridad moral ni credibilidad para juzgar a nadie. Debería responder ante el mundo por sus crímenes.

Hay un límite a la arrogancia y la hipocresía. Hay un límite a la mentira y el chantaje. Cuba rechaza y condena cada una de las mendaces palabras pronunciadas ayer por el Presidente de los Estados Unidos.

Señor Presidente:

Cuba agradece la solidaridad que ha recibido de esta Asamblea General en su lucha contra el bloqueo y las agresiones que ha debido enfrentar durante casi cinco décadas.

Cuba agradece a los que han apoyado su lucha tenaz contra el terrorismo y han levantado su voz a favor de la liberación de cinco luchadores antiterroristas cubanos encarcelados injustamente en prisiones de Estados Unidos.

Cuba luchará junto con todos los integrantes del Movimiento de Países No Alineados por alcanzar un orden internacional más justo y democrático, en el que nuestros pueblos puedan ejercer su derecho a la paz y el desarrollo.

Se nos podrá acusar de soñadores, pero luchamos con la convicción de que los sueños de hoy serán las realidades de mañana.

Luchamos con la convicción de que cuando hay hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres y en ellos va un pueblo entero, va la dignidad humana.

Muchas gracias.

FUENTE: Rebelión

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