jueves, junio 08, 2006

LA VERDADERA DEUDA EXTERNA
Carta de un jefe indio a los gobiernos de Europa


Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatémoc, he venido a encontrar a los que celebran
el encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace
cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se encontraron hace
quinientos años. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es
bastante.

Nunca tendremos otra cosa.

El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder
descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago
de una deuda contraida por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El
hermano leguleyo europeo me explica que toda la deuda se paga con intereses,
aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles
consentimiento.

Yo los voy descubriendo.

También yo puedo reclamar pagos, puedo reclamar intereses. Consta en el
archivo de Indias. Papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre
firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lúcar de
Barrameda, 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes
de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera yo!. Porque es pensar que los hermanos
cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guardame Tanatzin
de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la
sangre del hermano! ¿Genocidio? ¡Eso sería dar crédito a calumniadores como
Bartolomé de las Casas que califican al encuentro de destrucción de las
indias, o a ultrosos como el Dr Arturo Pietri, quien afirma que el arranque
del capitalismo y la actual civilización europea se debió a la inundación de
metales preciosos!.

¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser
considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para
el desarrollo de Europa.

Lo contrario sería presumir crímenes de guerra, lo que daría derecho, no
sólo a exigir devolución inmediata, sino indemnización por daños y
perjuicios. Yo Guaicaipuro Cuatémoc prefiero creer en la menos ofensiva de
las hipótesis.

Tan fabulosas exportaciones de capital, no fueron más que el inicio de un
plan Marshalltezuma, para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa,
arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes,
defensores de álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros
superiores de la civilización.

Por eso, al transmitir el Quinto Centenario del Empréstito podemos
preguntarnos: ¿Han hecho, los hermanos europeos, un uso racional,
responsable o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente
adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional?.

Deploramos decir que no.

En lo estratégico, lo dilapidaron en la batalla de Lepanto, armadas
invencibles, terceros Reich y otras formas de exterminio mutuo, sin más que
acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá, pero sin
canalŠ..

En lo financiero han sido incapaces después de una moratoria de 500
años -tanto de cancelar capital e intereses- como independizarse de las
rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el
Tercer Mundo.

Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman conforme a
la cual una economía subsidiaria jamás podrá funcionar. Y nos obliga a
reclamarles -por su propio bien- el pago de capital e intereses que tan
generosamente hemos demorado todos estos siglos.

Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos
europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de un 20 y hasta un 30%
que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos
limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más
el módico interés fijo de un 10% anual, acumulado durante los últimos 300
años. Sobre esta base aplicando la europea forma de interés compuesto,
informamos a los descubridores que solo nos deben, como primer pago de su
deuda, una masa de 180 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata,
ambas elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión
total, serían necesarias más de 300 cifras y que supera ampliamente el peso
de la tierra.

¡Muy pesadas son estas moles de oro y plata!

¿Cuánto pesarían calculadas en sangre?

Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes
para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto
fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del
capitalismo.

Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los
indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una carta de
intención que discipline a los pueblos deudores del viejo continente; y que
los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o
reconversión de Europa que les permita entregárnosla entera como primer pago
de una deuda histórica.

Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una
bancarrota que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales.
En tal caso nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con
la que mataron al poeta. Pero no podrán. Porque esa bala es el corazón de
Europa.

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