martes, junio 13, 2006

Seamos machos: hablemos del miedo al avión

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

EL PAÍS - Opinión - 26-10-1980


El único miedo que los latinos confesamos sin vergüenza, y hasta con un cierto orgullo machista, es el miedo al avión. Tal vez porque es un miedo distinto, que no existe desde nuestros orígenes, como el miedo a la oscuridad o el miedo mismo de que se nos note el miedo. Al contrario: el miedo al avión es el más reciente de todos, pues sólo existe desde que se inventó la ciencia de volar, hace apenas 77 años. Yo lo padezco como nadie, a mucha honra, y además con una gratitud inmensa, porque gracias a él he podido darle la vuelta al mundo en 82 horas, a bordo de toda clase de aviones, y por lo menos diez veces.No; al contrario de otros miedos que son atávicos o congénitos, el del avión se aprende. Yo recuerdo con nostalgia los vuelos líricos del bachillerato, en aquellos aviones de dos motores que viajaban por entre los pájaros, espantando vacas, asustando con el viento de sus hélices a las florecitas amarillas de los potreros, y que a veces se perdían para siempre entre las nubes, se hacían tortillas, y había que salir a media noche a buscar sus cenizas del modo más natural: a lomo de mula.

Una vez, siendo reportero de un diario de Bogotá, en una época irreal en que todo el mundo tenía veinte años, me mandaron con el fotógrafo Guillermo Sánchez a perseguir una mala noticia en uno de aquellos Catalinas anfibios que habían sobrado de la guerra. Volábamos sobre la plena selva de Urabá sentados en bultos de escobas, porque asientos no había en aquel sepulcro volante, ni una azafata de consolación a quien pedirle el número de su teléfono en el paraíso, y de pronto el avión se metió a tientas por donde no era y se extravió en un aguacero bíblico. No sólo llovía afuera, sino también adentro. Agarrándose a duras penas, el copiloto nos llevó un periódico para que nos tapáramos la cabeza, y vimos, con asombro, que apenas si podía hablar y le temblaban las manos.

Ese día aprendí algo muy alentador: también los pilotos tienen miedo, sólo que a ellos, como a los toreros, no se les nota tanto en el temblor de las manos como en las supersticiones. Un amigo español -tan temeroso del avión que nunca viajaba sentado- lo descubrió una mala noche de invierno en que lo invitaron a presenciar el decolaje en la cabina de mando. Era en Nueva York, durante una tormenta de nieve, y la tripulación permaneció muy serena en la cabeza de la pista, hasta que le dieron la orden de decolar. Entonces, como si fuera un requisito técnico insalvable, todos se persignaron al unísono. Mi amigo, comprendiendo que en el fondo de su alma también los pilotos tenían miedo, le perdió para siempre el miedo al avión.

Yo tuve una prueba todavía más sutil volando por entre las estrellas sobre el océano Atlántico. Hablando de todo, le pregunté al comandante por otro piloto amigo que había sido mi compañero de escuela. Yo ignoraba, por supuesto, que se había estrellado en el aeropuerto de Tenerife cuando trataba de aterrizar en medio de la borrasca. El comandante me lo dijo de otro modo, pero más revelador:

-Se retiró de la compañía hace tres años, en las islas Canarias.

Sin embargo, el buen miedo al avión no tiene nada que ver con las catástrofes aéreas. Picasso lo dijo muy bien: «No le tengo miedo a la muerte, sino al avión». Más aún: hubo muchos temerosos que perdieron el miedo al avión después de sobrevivir a un desastre. Yo lo contraje como una infección incurable volando a media noche de Miami a Nueva York, en uno de los primeros aviones a reacción. El tiempo era perfecto y el avión parecía inmóvil en el cielo, llevando a su lado esa estrella solitaria que acompaña siempre a los aviones buenos, y yo la contemplaba por la ventanilla con la misma ternura con que Saint-Exupery veía las fogatas del desierto desde su avión de aluminio. De pronto, en la lucidez de la vigilia, tuve conciencia de la imposibilidad física de que un avión se sostuviera en el aire, y me juré que nunca volvería a volar.

Lo cumplí durante diez años, hasta que la vida me enseñó que el verdadero temeroso del avión no es el que se niega a volar, sino el que aprende a volar con miedo. Es una especie de fascinación. De todos los temerosos insignes que conozco, el único que de verdad no vuela es el arquitecto brasileño Oscar Niemayer. En cambio, su compatriota George Amado, que es un timorato aéreo de los más grandes, ha tenido la audacia poética de volar en Concord desde París hasta Nueva York, para allí tomar un barco que lo llevara a Río de Janeiro. El escritor venezolano Miguel Otero Silva y el director de cine brasileño Ruy Guerra, por distintos caminos, han llegado a la conclusión de que la única manera de combatir el miedo al avión es volando con miedo, y lo combaten casi todos los meses. Carlos Fuentes, que no voló durante quince años y hacía unos viajes épicos de ocho días, cambiando de trenes, desde México hasta Nueva York, no sólo ha vuelto a volar, sino que la semana pasada fue a dictar una conferencia en la Universidad de Indiana, en una avioneta de un solo motor. Sin embargo, entre los grandes especialistas del miedo al avión no hay ninguno mejor que don Luis Buñuel, que a los ochenta años sigue volando impávido, pero muerto de miedo. Para él, el verdadero terror empieza cuando todo anda perfecto en el vuelo y, de pronto, aparece el comandante en mangas de camisa y recorre el avión a pasos lentos, saludando a cada uno de los pasajeros con una sonrisa radiante.

Mi madre no ha volado más de dos veces en su larga vida. Nunca ha sentido miedo, pero conoce muy bien el de sus hijos -que son doce-, de modo que mantiene siempre una vela encendida en el altar doméstico para proteger a cualquiera de nosotros que se encuentre en el aire. Su fe es tan cierta, que a uno de sus hijos -que es ingeniero de caminos- se le cayó hace poco un buldozer en una cuneta. Mi madre oyó decir que el rescate podía costar más de 100.000 pesos, y le dijo a mi hermano que no gastara ni un céntimo, pues ella iba a encender una vela para sacar el buldozer. Mi hermano la reprendió: «Sólo a ti se te ocurre que una vela puede sacar un buldozer de una cuneta». Mi madre, impasible, le replicó:

-¡Cómo no va a sacarlo, si sostiene un avión en el aire!

jueves, junio 08, 2006

LA VERDADERA DEUDA EXTERNA
Carta de un jefe indio a los gobiernos de Europa


Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatémoc, he venido a encontrar a los que celebran
el encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace
cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se encontraron hace
quinientos años. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es
bastante.

Nunca tendremos otra cosa.

El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder
descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago
de una deuda contraida por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El
hermano leguleyo europeo me explica que toda la deuda se paga con intereses,
aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles
consentimiento.

Yo los voy descubriendo.

También yo puedo reclamar pagos, puedo reclamar intereses. Consta en el
archivo de Indias. Papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre
firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lúcar de
Barrameda, 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes
de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera yo!. Porque es pensar que los hermanos
cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guardame Tanatzin
de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la
sangre del hermano! ¿Genocidio? ¡Eso sería dar crédito a calumniadores como
Bartolomé de las Casas que califican al encuentro de destrucción de las
indias, o a ultrosos como el Dr Arturo Pietri, quien afirma que el arranque
del capitalismo y la actual civilización europea se debió a la inundación de
metales preciosos!.

¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser
considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para
el desarrollo de Europa.

Lo contrario sería presumir crímenes de guerra, lo que daría derecho, no
sólo a exigir devolución inmediata, sino indemnización por daños y
perjuicios. Yo Guaicaipuro Cuatémoc prefiero creer en la menos ofensiva de
las hipótesis.

Tan fabulosas exportaciones de capital, no fueron más que el inicio de un
plan Marshalltezuma, para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa,
arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes,
defensores de álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros
superiores de la civilización.

Por eso, al transmitir el Quinto Centenario del Empréstito podemos
preguntarnos: ¿Han hecho, los hermanos europeos, un uso racional,
responsable o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente
adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional?.

Deploramos decir que no.

En lo estratégico, lo dilapidaron en la batalla de Lepanto, armadas
invencibles, terceros Reich y otras formas de exterminio mutuo, sin más que
acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá, pero sin
canalŠ..

En lo financiero han sido incapaces después de una moratoria de 500
años -tanto de cancelar capital e intereses- como independizarse de las
rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el
Tercer Mundo.

Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman conforme a
la cual una economía subsidiaria jamás podrá funcionar. Y nos obliga a
reclamarles -por su propio bien- el pago de capital e intereses que tan
generosamente hemos demorado todos estos siglos.

Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos
europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de un 20 y hasta un 30%
que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos
limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más
el módico interés fijo de un 10% anual, acumulado durante los últimos 300
años. Sobre esta base aplicando la europea forma de interés compuesto,
informamos a los descubridores que solo nos deben, como primer pago de su
deuda, una masa de 180 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata,
ambas elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión
total, serían necesarias más de 300 cifras y que supera ampliamente el peso
de la tierra.

¡Muy pesadas son estas moles de oro y plata!

¿Cuánto pesarían calculadas en sangre?

Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes
para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto
fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del
capitalismo.

Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los
indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una carta de
intención que discipline a los pueblos deudores del viejo continente; y que
los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o
reconversión de Europa que les permita entregárnosla entera como primer pago
de una deuda histórica.

Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una
bancarrota que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales.
En tal caso nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con
la que mataron al poeta. Pero no podrán. Porque esa bala es el corazón de
Europa.

lunes, junio 05, 2006

LA IGLESIA CATOLICA ACONSEJA ANTES QUE NADA VISITAR A UN MEDICO
Exorcismo, un fenómeno que crece en los EE.UU.


La Arquidiócesis de Chicago designó a un exorcista por primera vez en sus 160 años de historia
  • Y la Diócesis de Nueva York ya tiene cuatro especialistas


  • JOHN W. FOUNTAIN. The New York Times. Especial para Clarín

    Aún en los inicios del siglo XXI, hay quienes sostienen que existen demonios que atormentan y se manifiestan con convulsiones violentas a través de la gente que logran poseer. Espíritus malvados, dicen, que pueden apoderarse de las personas y hacerse oír en idiomas extranjeros.

    Esa creencia llevó a la Arquidiócesis de Chicago a designar, el año pasado, un exorcista por primera vez en sus 160 años de historia. Por la misma razón, el reverendo Bob Larson, un predicador evangelista que dirige un ministerio sobre exorcismo en Denver, ofrecerá una conferencia sobre Libertad espiritual en Chicago en enero próximo.

    Larson que tiene 40 "equipos de exorcismo" en Estados Unidos, dice que su objetivo es que "nadie esté a más de un día de distancia de una ciudad en la que pueda encontrar un exorcista. No hay por qué alarmarse. Está en la Biblia. Cristo lo enseñó".

    Según aseguran los expertos, la cantidad de exorcistas y exorcismos aumentó en Estados Unidos en los últimos 10 años. Mientras que la Arquidiócesis de Chicago tiene un exorcista oficial, la Diócesis de la ciudad de Nueva York tiene cuatro, entre ellos el reverendo James LeBar, su principal exorcista. En cambio, la Arquidiócesis de Chicago no reveló la identidad de su exorcista, para mantener la privacidad de quienes buscan sus servicios.

    "Es un fenómeno que crece" dijo Michael Cuneo, sociólogo de la Fordham University. Cuneo habla de una "red subterránea" de exorcistas que suman alrededor de 100 y de una "asombrosa variedad de exorcismos que se están llevando a cabo".

    Además de los exorcismos católico-romanos, una cantidad desconocida de ceremonias de limpieza espiritual son practicadas por curas no aprobados por la Iglesia y por ministros evangélicos y carismáticos episcopales, explicó Cuneo, que pasó dos años estudiando el tema y dijo haber presenciado más de 50 rituales de este tipo.

    Entre los factores que estimulan el incremento de los exorcismos, dicen los expertos, está la creencia por parte de algunos de que el mal cada vez abunda más en el mundo.

    En los años 60, dijo Cuneo, "el exorcismo había desaparecido en Estados Unidos. Era un fantasma en extinción". Y agregó que "la gente no corría a que le expulsaran los demonios". Pero en 1973, la película El exorcista cambió el panorama. La película, que se acaba de reestrenar, dio lugar a una ola de filmes relacionados con la posesión del demonio y el satanismo. Para mediados de los 80, hubo una proliferación de exorcismos practicados por protestantes evangélicos, dijo Cuneo.

    Según algunos expertos, la gente que busca el exorcismo ya agotó los medios convencionales de aliviar un torbellino interior que los perturbó durante tiempo y, por lo general, exhiben un comportamiento violento o anormal. La Iglesia Católica Romana exige que un médico descarte la existencia de un problema médico o psicológico antes de considerar el exorcismo.

    Toda esa gente que está "tan herida y quebrada, ya sea por adición a la droga o por un abuso sexual serio, es gente increíblemente desesperada que no tiene otro lugar adonde recurrir", dijo Larson.

    En un exorcismo, el exorcista invoca el nombre de Cristo, bendice a la persona poseída, recita pasajes bíblicos y le ordena al espíritu del mal alejarse. Cuneo dijo que la mayoría de los exorcismos no son una cuestión privada entre cura y paciente. "Aquí hay seres queridos y un grupo de apoyo; la gente reza por uno y uno pasa a ser el centro de atención", dijo. El exorcismo "puede provocar llanto y gritos, a veces la gente se tira al piso, se arranca el cabello, la ropa, regurgita, y hasta se golpea".

    "Hay personas que hicieron terapia", dijo Larson. "Recibieron atención médica y nada solucionó su problema. No les decimos que esto se soluciona fácilmente. Lo que les decimos es que si uno tiene un demonio, todas las modalidades de terapia lo van a llevar hasta ahí. No pasarán ese obstáculo que le impide a uno llegar a cualquier parte".

    En enero de 1999, el Vaticano emitió un rito católico de exorcismo actualizado por primera vez desde 1614, donde reafirmaba, esencialmente, que Satanás existe. Las nuevas reglas exigen que los exorcistas aprobados por la iglesia consulten con la medicina moderna y descarten la posibilidad de un desorden mental o físico.

    Un exorcismo practicado en la Iglesia Católica Romana debe estar aprobado por un obispo y sólo una cantidad relativamente pequeña de casos investigados, en realidad, terminan en un exorcismo pleno. De hecho, la semana pasada, el Vaticano dio a conocer nuevas normas destinadas a frenar los exorcismos no autorizados, diciendo que los exorcismos deben adherir al rito actualizado emitido el año pasado.

    "Podría ser perjudicial hacer un exorcismo prematuramente", dijo el reverendo Robert Barron, un teólogo de la Arquidiócesis de Chicago. "Uno siempre agota las posibilidades médicas, fisiológicas, psicológicas y psiquiátricas y sólo después se alienta la posibilidad de practicar un exorcismo".

    "Enfrentar el demonio es un trabajo desagradable", dijo Larson. "El demonio es desagradable. El mal es desagradable. Cuando uno llega a lo que yo llamo mal extremo en estado puro, la situación no es agradable".

    Traducción de Claudia Martínez.
    Guatemala: 2006, el vaso medio lleno

    Andrés Cabanas

    La modificación de la actitud negativa y pesimista de los guatemaltecos se presenta como apuesta estratégica y solución para los problemas del país. Las exhortaciones regulares de funcionarios de gobierno, las campañas publicitarias, el pulgar reiteradamente enfocado hacia el cielo del presidente Oscar Berger, entre otras acciones, invitan a transformar hábitos y conducta: valorar lo positivo, ser optimistas, tomar la iniciativa, ver el vaso de la patria (hoy quebrado) medio lleno de agua. Cualquier proyecto se puede desarrollar, nos dicen, a partir de una actitud diferente.

    No debe dolernos reconocer lo evidentemente negativo de nuestras percepciones y conductas: cierto grado de pasividad y apatía, desencanto, dificultad en reconocer los logros de otros, insolidaridad, individualismo. Asimismo, son positivas las propuestas que pretenden modificar lo anterior por sus complementos o contrarios: solidaridad, colectivo, iniciativa, desinterés, pro actividad (aunque esta tarea corresponde más a psicólogos, educadores, familia y medios de comunicación que al Presidente del Gobierno). No obstante, el problema surge cuando se reducen las causas de nuestros males a razones de actitud, por negativa que ésta sea.

    En primer lugar, cuando nuestra "negatividad" se analiza al margen de injusticias y explotación histórica: "Hay una psicología de resentimiento que perdura por supervivencia del espíritu de la Colonia. Hemos sido un pueblo pateado, escarnecido, aherrojado. No pueden sorprendernos estos traumas psíquicos, dada nuestra infelicidad que agregó, al primitivo pavor cósmico, el pavor del infierno y el diablo, traído por los misioneros, y el pavor manante de la decapitación de la vida indígena en todas sus formas" afirma Luís Cardoza y Aragón en "Guatemala: las líneas de su mano".

    En segundo lugar, cuando se hace abstracción del pasado reciente de violencia y sus consecuencias sobre la desarticulación social y la inanidad de la existencia: "El silencio se impuso como una nueva ley de vida. Muchos adquirieron las habilidades de "no ver" y "no hablar" (.) La vida comunitaria y la identidad de las personas sufrieron embates de tal magnitud que marcan definitivamente un punto de inflexión en las historias personales, locales y regionales, y en la historia del país. El futuro del país será construido por hombres y mujeres que fueron niños durante el enfrentamiento y que en innumerables casos perdieron a padres y madres, abuelos y hermanos" reseña el documento Memoria del Silencio, de la Comisión de Esclarecimiento Histórico.

    En fin, el problema se presenta cuando se omiten la injusticia económica, la miseria y la desigualdad como determinantes de estados de ánimo y conductas. Es decir, cuando los modos de dominación y la cultura política de las elites guatemaltecas no forman parte del análisis de problemas y remedios. El nicaragüense Andrés Pérez Baltodano plantea idéntica disyuntiva en el caso de su país: "La práctica política nicaragüense se ha orientado casi siempre dentro de una perspectiva pragmática-resignada". Esto tiene que ver, para el autor, con "la forma en que las elites nicaragüenses han "pensado" el desarrollo histórico del país".

    En este sentido, tan importante como ver el vaso medio vacío o medio lleno, es conocer qué porcentaje de agua corresponde a cada guatemalteca y guatemalteco, dónde está situado ese vaso, cuánto cuesta el agua que bebemos, de quién es la propiedad del agua y la propiedad del vaso: el reparto de la riqueza como factor que por una parte explica actitudes de hoy y, por otra, puede desembocar en un nuevo paradigma: desde "la resignación a la ciudadanía" (Baltodano).

    De lo contrario, se corre el riesgo de soslayar y evitar enfrentar nudos de nuestra vida política, económica y social (determinantes de nuestro pesimista subdesarrollo): algunos tan antiguos como la estructura de la propiedad (reforma agraria), otros recientes como el incumplimiento y falta de desarrollo de los Acuerdos de Paz (a pesar de declaraciones diplomáticas y leyes marco) y unos pocos inmediatos como las consecuencias de Stan y la amenaza de hambruna por destrucción de cosechas y área cultivable.

    Pero aceptemos el reto, aún si lleva aparejada la necesidad de exhibir una poco espontánea sonrisa y un pulgar levantado artificialmente. Procuremos ser positivos y hagamos un trato. Alabemos las acciones buenas del gobierno, aunque a veces sea tan difícil encontrarlas como aguja en un pajar. Reconozcamos las escasas políticas de estado entre tantas iniciativas de partido. Creamos que, ahora sí, los Acuerdos de Paz van a desarrollarse. Asumamos que está cercano el fin del racismo. Felicitémonos por la siembra inmediata de sesenta millones de árboles. Celebremos la llegada de la CICIACS (Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad) y el inicio del fin del Estado paralelo. Perdonemos algunos -muchos- errores bien intencionados. Demos paso a los peatones en los inexistentes pasos cebra (imaginemos que existen pasos cebra). Manejemos por la derecha y adelantemos por la izquierda, etc. etc.

    A cambio, esperaríamos de nuestras elites políticas y económicas el reconocimiento de su responsabilidad y sus desafíos en la conformación de una nueva mentalidad optimista. En palabras de la periodista nicaraguense Sofía Montenegro, esperaríamos un "quiebre cultural" y la "ruptura de los círculos de reproducción del orden tutelar". En concreto: transformaciones estructurales en el modo de hacer política, el modelo de desarrollo, la lógica de acumulación, el pago de impuestos, el reparto de la riqueza y la conformación de un Estado diverso y plurinacional. Entonces sí, diremos sin vacilación que el vaso está comenzando a llenarse.
    El gran negocio del crimen y el miedo sacrifica la justicia

    Eduardo Galeano
    En un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad. En las calles de las ciudades se celebran las ceremonias. Cada vez que un delincuente cae acribillado, la sociedad siente alivio ante la enfermedad que la acosa. La muerte de cada malviviente surte efectos farmacéuticos sobre los bienvivientes. La palabra farmacia viene de pharmakos, que era el nombre que daban los griegos a las víctimas humanas de los sacrificios ofrendados a los dioses en tiempos de crisis.

    La industria del miedo

    El miedo es la materia prima de las prósperas industrias de la seguridad privada y del control social. Una demanda firme sostiene el negocio. La demanda crece tanto o más que los delitos que la generan, y los expertos aseguran que así seguirá siendo. Florece el mercado de las policías privadas y las cárceles privadas, mientras todos, quien más, quien menos, nos vamos volviendo vigilantes del prójimo y prisioneros del miedo.

    Clases de corte y confección: cómo elaborar enemigos a medida

    Muchos de los grandes negocios promueven el crimen y del crimen viven. Nunca hubo tanta concentración de recursos económicos y de conocimientos científicos y tecnológicos dedicados a la producción de muerte. Los países que más armas venden al mundo son los mismos países que tienen a su cargo la paz mundial. Afortunadamente para ellos, la amenaza de la paz se está debilitando, ya se alejan los negros nubarrones, mientras el mercado de la guerra se recupera y ofrece promisorias perspectivas de carnicerías rentables. Las fábricas de armas trabajan tanto como las fábricas que elaboran enemigos a la medida de sus necesidades.

    El miedo global

    Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.

    Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.

    Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.

    Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.

    La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje miedo de decir.

    Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.

    Es el tiempo del miedo.

    Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.

    Miedo a los ladrones, miedo a la policía.

    Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.

    Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir...

    jueves, junio 01, 2006

    Hasta siempre comandante...


    Víctor Montoya *

    Recordado comandante:

    El 8 de octubre de 1967, después de librar tu último combate en el cañadón del Churo y caer a merced de tus enemigos, la pierna herida por un tiro y la garganta desgarrada por el asma, tu diario de campaña y otros documentos escritos con tu puño y letra, quedaron en poder de las Fuerzas Armadas. Es decir, pasaron de tu mochila de cuero a una caja de zapatos, que fue depositado como "secreto de Estado en el Alto Mando Militar Boliviano"; tu reloj Rolex, que te quitó un soldado a poco de tu captura, pasó a la muñeca del coronel Andrés Selich; tu fusil, ese fusil que hubiera querido heredar para cargarlo al hombro como tú lo cargaste a lo largo de la lucha, intentando encender la chispa de la revolución latinoamericana, pasó a manos del coronel Centeno Anaya, quien lo tomó sin sentir la misma emoción de felicidad que sintió el Inti cuando te conoció en la "Casa de Calamina", en Ñancahuazú, donde tú le estrechaste la mano de compañero, mientras otro le entregaba su carabina M-2; tu pipa, en la cual degustaste la última bocanada de humo, como quien está dispuesto a esperar con serenidad la hora de la muerte, se la regalaste al sargento Bernardino Huanca, quien se comportó amable contigo. Pero el capitán Mario Terán se adelantó y gritó: "¡La quiero yo! ¡La quiero yo!". Entonces tú, mirándolo con infinito desprecio, encogiste el brazo y le dijiste: "No, a vos no".

    En la Higuera permaneciste varias horas con vida. Te negaste a discutir con tus captores y tuviste el coraje de escupirles a la cara. Mas los mercenarios, dispuestos a cumplir las instrucciones de la CIA, decidieron eliminarte en el acto, para luego inventar la versión de que caíste en el combate del cañadón del Churo, y no que fuiste capturado vivo y ejecutado entre las cuatro paredes de la escuela de La Higuera. Tu asesino fue el mismo suboficial que quiso apoderarse de tu pipa, quien, borracho y asaltado por el miedo, entró en el aula y ejecutó la orden de eliminarte. Pero fue tan grande la impresión que le causaste, que, requerido por la prensa, confesó: "Ese fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: ‘Usted ha venido a matarme’. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: ‘¿Qué han dicho los otros’ (refiriéndose a los guerrilleros Willy y Chino). Le respondí que no habían dicho nada, y él contestó: ‘¡Eran unos valientes!’. Yo no me atreví a disparar, En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podía quitarme el arma. ‘¡Póngase sereno –me dijo– y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’. Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto".

    Después te trasladaron amarrado al helicóptero, desde la escuela de La Higuera hasta el hospital de Vallegrande. Te inyectaron formalina en las venas y te presentaron ante las cámaras de la prensa sobre una mesa de tablas, donde yacías como Cristo, el Nazareno, con el aspecto más de vivo que de muerto; tenías el torso desnudo, los pantalones ajados, los pies descalzos, la barba crecida hasta el pecho y la cabellera precipitándose en cascadas. Aunque tu mirada estaba ausente, tus ojos irradiaban una extraña inocencia, acentuada por tus labios entreabiertos, casi sonrientes en el rictus de la muerte. Ese día, quienes contemplaron tu hermoso rostro de combatiente, cuentan que, incluso después de ser acribillado, tu cadáver rezumaba una aureola que inspiraba admiración y respeto, quizá porque supiste someter tus ideales a las pruebas del fuego, porque hacían lo que decías, porque vivías como pensabas y pensabas como vivías.

    En esta última fotografía, donde los curiosos se agolpan a tu alrededor, la mirada fija y el aliento sostenido, parecen no salir de su asombro al constatar que ese hombre tendido en la camilla es el guerrillero que quiso "crear dos, tres... muchos Vietnam en América Latina", mientras tus captores, señalando las heridas de tu cuerpo, te exponen como un trofeo de guerra, aunque no te mataron en combate sino de un modo cobarde.

    Sin embargo, ésta no es tu fotografía más conocida, sino aquella otra de 1960, cuando el fotógrafo Alberto Korda, al recoger imágenes para la prensa en La Habana, tras el incendio del barco francés que transportaba un cargamento de armas y municiones para la defensa de la revolución, fijó tu rostro en el visor de la cámara y, atraído por la fuerza y el dramatismo de tu mirada tendida en la bahía, te tomó una fotografía que, una vez revelada en la cámara oscura, dio la vuelta al mundo y se trocó en un aluvión de afiches, banderas, camisetas, chapas, carteles, gorros y estampas; más todavía, tu rostro se pintó en las paredes y se grabó en la mente de quienes te mutilaron las manos y te desaparecieron, intentando acallar tu voz, soterrar tus ideales y destruir tu imagen, que, hoy como siempre, está presente entre nosotros, incitándonos a repetir aquellas frases de la carta de despedida que les escribiste a tus padres: "Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante; vuelvo al camino con la adarga al brazo... Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades...".

    Así te recordamos, comandante, con la estrella en la boina y el porvenir en la mirada.

    * Escritor boliviano, reside en Estocolmo, Suecia.
    El huracán de los invisibles

    Jesús González Pazos
    rebelión.org

    Algunos están llamando a la tormenta tropical que ha asolado Guatemala, especialmente, y también El Salvador, como el “huracán de los olvidados”. Esto en clara contraposición con el huracán Katrina que arrasó buena parte del sur de los EE.UU. el pasado mes de agosto. Sin embargo, quizás sería más ajustada la denominación de “huracán de las y los invisibles”.

    En este mundo globalizado priman sobre manera los intereses económicos, muy por encima de las personas y pueblos. Así, lo vemos en la misma Nueva Orleáns, donde después de la catástrofe, las grandes empresas están agigantando aún más si cabe sus negocios y beneficios. Esas mismas empresas que operan en el Irak en plena guerra (por mucho que Bush declarase hace ya demasiado tiempo el fin de la misma) y que no han sido capaces de solventar uno solo de los acuciantes problemas de la población, pero si han engordado sus cuentas de dividendos. Esas mismas empresas (Halliburton,...) están ya plenamente instaladas en Nueva Orleans llevando a cabo la interesada reconstrucción que, también aquí, operara en contra de los intereses de los más pobres.

    Pero cuando hablábamos del huracán de los olvidados establecíamos, con toda su crudeza, la diferencia con la situación de Guatemala. Hace ya siete años que esta tierra, junto a casi toda Centroamérica, fue arrasada por el huracán Mitch. Entonces, después de la lluvia en su sentido estricto, llovió también en grandes cantidades dinero y sobre todo un sin fin de declaraciones y buenas intenciones para mejorar y prevenir la situación de la población ante esa y nuevas catástrofes naturales. El dinero, en gran medida, sobre todo aquella ayuda que fue vía internacional, de gobierno a gobierno, se perdió y poco resolvió. Son famosos casos como el del entonces presidente de Nicaragua, Arnoldo Alemán, quién desvió gran parte de estas ayudas hacia sus intereses personales, mientras la población nicaragüense se ahogaba en la miseria. Salvo escasas excepciones, en la inmensa mayoría aquellas protagonizadas por las organizaciones sociales y populares, las acciones emprendidas escasamente mejoraron la situación.

    Y hoy, siete años después, la tormenta Stan atraviesa El Salvador, Guatemala, México y vuelve a mostrar la crudeza de la vida en estas tierras. Si el Mitch provocó en Guatemala país poco más de un par de cientos de muertos, las cifras de ahora superan ya el millar y apuntan a seguir subiendo. Incluso algún pueblo del altiplano guatemalteco ha tenido que ser declarado campo santo por el alto número de muertos y lo imposible de cualquier acción de salvamento y recuperación de víctimas.

    Guatemala, conocido como el país de los volcanes en las guías turísticas, es también conocido como el país que sufrió una de las represiones más salvajes a lo largo de casi cuarenta años de guerra interna. Más de 200.000 muertos, más de 400 aldeas y pueblos arrasados por el ejército y más de un millón de personas desplazadas y exiliadas. Cuando en 1996 se firman los Acuerdos de Paz los pueblos de Guatemala pensaron que había llegado por fin el momento de ver cumplido su derecho a un futuro en paz, justicia con equidad y bienestar. Sin embargo, la globalización, el neoliberalismo a ultranza y el incumplimiento de esos acuerdos no han hecho sino hundir un poco más si cabe a la población pobre que supone la inmensa mayoría del país, uno de los más empobrecidos de América.

    Así, ni los Acuerdos de Paz, ni la respuesta a las consecuencias del huracán Mitch, han servido para evitar una nueva catástrofe entre los más pobres, entre los olvidados. Aldeas indígenas, diseminadas en este país indígena, ven desaparecer su ya incierto futuro en un nuevo ciclo de desolación iniciado hace ya demasiados años (513 se cumplen en estos días precisamente). Nuevas declaraciones, ayuda urgente de la comunidad internacional y un nuevo sin fin de buenas intenciones se desplegarán en estos días, incluso quizás se haga un nuevo llamado a condonaciones de deuda y a la concesión de nuevos créditos en mejores condiciones, que no serán sino una nueva condena de hipoteca de futuro.

    Y los hombres y mujeres de Guatemala, indígenas (más de un 60% de la población) y no indígenas seguirán atados a las inclemencias metereológicas y económicas, se llamen Mitch, Stan, FMI o Plan Puebla-Panamá. Todo ello, mientras el sistema político y económico-social se mantenga sin ningún cambio, más allá de maquillajes. Porque si algo dejan en evidencia las tormentas tropicales y huracanes, los terremotos y ciclones, es la necesidad de cambios estructurales que permitan afrontar estas situaciones desde los parámetros del ser humano y de los pueblos, desde los derechos civiles y políticos, desde los derechos económicos, sociales y culturales. Por encima de los intereses estrictamente económicos de las grandes transnacionales y sus protectores/marionetas políticas que nunca pondrán los medios necesarios para enfrentar los embates de este tipo de situaciones, porque eso no es rentable y el mayor interés está en mantener a los pueblos empobrecidos mientras extraen sus riquezas, sean éstas naturales o de fuerza de trabajo. Ese es el reto a medio-largo plazo de nuestra sociedad, además de la ayuda en estos momentos, también necesaria, pues la gente se sigue muriendo más allá de Nueva Orleans, Londres o Nueva York.

    Jesús González Pazos es responsable Área Indígena Mugarik Gabe (ONGD)